Así comenzó su relato, donde expresaba más con los ojos que con las palabras.
Me miraba, parecía que quería hablarme con los ojos solamente, no podía expresar en palabras toda esa cantidad de emociones que se acumulaban en su cabeza, en su corazón en su garganta.
Casi la adivinaba…la esperé…
Luego con una sonrisa artificial, dura, dibujada…soltó estas pocas palabras…
“Estoy muy trabada”
Después de años de escuchar pacientes, me tomo mi tiempo para esperar, no supongo, no imagino, no nada…sólo espero.
Luego como una fuente, comenzaron a resbalar las lágrimas por sus mejillas, mientras me miraba con los ojos abiertos, casi sin pestañear.
Me lastimaron mucho, desde chica, nadie me creyó, nadie me escuchó.
Luego la confesión por primera vez de la cantidad de abusos sexuales que sufrió por parte de personas de la familia y nadie pudo oírla.
Trabajamos duro, sesión tras sesión, hasta que se fue ablandando su rostro de muñeca de cera, impostado y artificial.
Parecía otra cada vez que llegaba a la consulta, cambió su mirada, tomó brillo, apareció una sonrisa autentica, sincera, creíble.
Hasta el día que me dijo…” Ahora soy otra”.
Le respondí…sos la misma transformada, ya te liberaste de tanto dolor que te tenía atrapada.
Se levantó y me dijo con una alegría rara… ¿la puedo abrazar?
¡¡¡Claro le dije…todo lo que quieras!!!
¡¡¡La abracé y la sentí blanda, amorosa, entregada, agradecida, FELIZ!!!
Sentí su felicidad y el estremecimiento en todo su cuerpo.
Había sanado nueve abusos horribles, espantosos, se había liberado. Era una mujer nueva como si recién comenzara a vivir.
Así lo dijo ella. “Ahora soy otra” “Ahora puedo empezar a vivir”.
¡¡¡Sólo tenía 33 años!!!